martes, 16 de febrero de 2010

"Olvidarme de que esta y cualquier ciudad está a veces tan triste como yo"

Aquí reproduzco el monólogo final de la película de Ramón Salazar, Piedras. En él no se desvela ningún dato relevante de la película que, aprovechando la ocasión, os recomiendo. En este enlace, encontraréis el monólogo extraído de la película, para aquellos que ya conozcan la película y les apetezca disfrutar de nuevo de él. Para los que no la hayan visto, visiten el enlace, pero no se queden sentados frente al ordenado viéndolo. Siéntense, cierren los ojos, disfruten de la voz y viajen a través de la música.

http://www.youtube.com/watch?v=7AhN2w7Xd3E&feature=related

Redescubrí esta película, guardada en el olvido de mi filmoteca adolescente, durante mi estancia en Salamanca y desde entonces cada palabra es un dardo directo a lo más íntimo. Después de la entrada dedicada al maestro Beser me ha costado mucho encontrar una excusa para volver a pasearme por este rincón. En este texto me reconozco en las sensaciones, en los sentimientos, en las emociones, en la vida, en la esperanza y la desesperación, en los sueños… Sólo algo más, ¡qué bien Salamanca, queridas, qué bien!

"Lisboa es rara. Es una ciudad en la que tengo recuerdos de cosas que no he vivido, pero eso me hace ir despacito, más tranquila, con dos dedos, torpe, pero acertando las letras que quiero dar. Estoy tranquila por fin, al menos no siento que me muero por dentro… Eso es bueno, ¿no?... Y tengo ganas, pequeñas, pero ganas de empezar otra vez, y olvidar que esta y cualquier ciudad está a veces tan triste como yo… y notar que estoy cambiando, aunque sólo sea un poco. Bueno, si es mucho, mejor.
¿Has visto que egoístas nos volvemos cuando estamos solos? Espero que tu novio el médico tenga cura para el egoísmo. ¿Tú crees que nos enamoramos sólo para no estar solos? Yo creo que me he enamorado de un chico, bueno de su cogote. Me encanta el cogote de un conductor de tranvía al que no conozco.

Espero que lo que tengas ahora sea lo que siempre soñaste tener. ¿Dónde irán los sueños cuando no los conseguimos?, porque a algún sitio tienen que ir, aunque creo que al final, los sueños no son más que una excusa, pero una excusa muy gorda. Son la excusa para vivir. Por eso, a veces, se convierten también en la mirada nostálgica de lo que nunca fuimos. Qué putada, Javier, asumir que nunca serás lo que siempre deseaste, ni esperarlo siquiera, ¡joder!
Deseo, deseo, deseo…
Quiero con todas mis fuerzas ser feliz y, con eso, hacer también un poquito felices a los que me rodean, eso es lo que siempre quise.
¡Ay, qué bien, qué bien Lisboa, Javier!"