jueves, 8 de octubre de 2009

“Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema” (Joyce)

A continuación reproduzco un pequeño texto que escribí durante mi viaje a Irlanda. Era de noche.

“Esta entrada surge de las 3.30h que separan Galway de Dublín (veo que las comunicaciones funcionan igual de bien en todos los países). Tras pasar un día entre lágrimas celestiales y terrenales pies mojados, me dispongo a volver a un hostal/albergue con moqueta humanamente perfumada y posteriormente acuática (es lo que tienen los ingleses mucho agua, “tarima flotante” lo llaman. Me han dicho que era un escape, yo creo que es justicia divina). A pesar de todo, vuelvo con nostalgia, como si algo de este país de borrachos ricos (pintas a 8 euros) y pasados por agua me hubiera conquistado. Vuelvo con la sensación de que entre él y yo volverá a surgir la chispa. No descarto la posibilidad de que una tesina aún por defender y un congreso aún por conquistar que me esperan en casa sean las causantes de tanto idealismo, pero eso, querido lector, empañaría aún más si cabe que la lluvia que me acompaña, un viaje inesperado y posiblemente por eso, con mucho encanto. Cuerpos y más cuerpos, como diría mi querida hermana del alma, que caminan absortos por pueblos perdidos en los mapas. Cuerpos artificiales que acompañados de los inseparables chubasqueros (sí, tuve que ceder) y paraguas recorren sendas eternamente pisadas sin más interés que quedar bien en las fotos (pero como bien dice el dicho, “aunque la mona se vista de seda…”). Otros cuerpos donde las nieves del invierno ya han llegado, acuden en manada a toda excursión que sus pensiones y la libertad de unos nietos carcelarios les han permitido. Entre tanto ésta que escribe, mira por la ventana mientras su compañera de viaje duerme y acompañada de la poesía musicada del gran Ismael Serrano sonríe al ver en una inmensidad verde pintada con centenares de tonos y matices distintos, unas ovejas blancas mirando con cara desafiante a un autobús que osa civilizar una naturaleza que ellas conquistaron antes. Mi otro compañero inseparable, mi querido Galdós, reposa en mi regazo a la espera de algo de luz que vuelva a trasladarme a la alcoba de los “delfines”. Hoy la vida no esta en otra parte como tantas veces he pensado este año. Estos días la vida ha corrido de mi mano entre flores, acantilados, castillos y casas del siglo XIX. A veces, contemplando un simple paisaje, todo puede cobrar sentido, aunque sólo sea por un instante.”





Mis compañeros de viaje, Galdós e Ismael Serrano. Nadie mejor que ellos para compartir unos días llenos de tiempo. Sí de tiempo, a veces te da la sensación de que nunca hay tiempo para nada, pero de pronto en Irlanda lo encontré después de pasarme el último año corriendo contra él.
La fórmula mágica tiene como ingredientes: naturaleza, silencio, historia, literatura y tranquilidad. Una se siente demasiado pequeña rodeada de un mundo verde que llega a ahogarte de belleza. Guardo muchos buenos momentos, pero los mejores son los que viví en soledad.
En este último año, me he dado cuenta de que anhelo y valoro mucho más la soledad de lo que antes la temía. Irlanda me ha permitido disfrutar de ese silencio que nunca llega a ser mudo y que agudiza los sentidos. Ése que de vez en cuando en mitad de la rutina diaria esperas encontrar durante la noche, en la soledad de tu casa con la única compañía de un libro. Y allí estaba yo, subida en un autobús rodeada de desconocidos sin poder apartar durante el día la mirada del ventanal y a lo largo de la noche la mano de una larguísima pinta que te devolvía al mundanal ruido con sus 8 euros correspondientes. Nada me ha dejado indiferente y he vuelto con la sensación de que aún me queda mucho por descubrir, a pesar de que recorrí buena parte del sur y visité con interés cada rincón de Dublín. Volveremos a vernos, no me cabe duda.

3 comentarios:

  1. Fue Rimbaud quien denunció aquello que la verdadera vida está ausente, aunque a veces haya retazos de existencia que te hacen dudar de que esto es así.

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  2. Nadie mejor que los clásicos para sintetizar los sentimientos universales que siempre creemos sólo nuestros. Gracias por tu comentario, Francisco.

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  3. Creo que son los mejores compañeros de viaje ;)

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